Retrato callejero

Retrato de un hombre en el mercado de Osh

Encuentro muy interesante retratar a personas y animales. Prefiero el retrato casual, inadvertido, cuando el sujeto no se da cuenta de que está enfocado por una cámara y el objetivo le atrapa por sorpresa. Hay un punto adictivo en la captura de la esencia del sujeto y esa frescura del momento, sólo posible de conseguir cuando improvisamos y dejamos que todo fluya de forma natural.

Cada vez me atrae más la fotografía de retrato. Seguramente, donde he disfrutado más realizando fotografías de personas ha sido en Tailandia. Su gente es abierta y risueña. Cuando les preguntas si puedes hacerles una foto, suelen acceder con naturalidad y una sonrisa. Es muy fácil establecer un momento de conexión con alguien y compartir un momento divertido.

Me encanta visitar los mercados de cualquier rincón del mundo y, de nuevo, Tailandia gana puntos siendo uno de los países donde he encontrado los más interesantes. Hay mucha vida y color en los mercados tailandeses. Se respira cierto positivismo y alegría. Me encanta. En Chiang Mai, ciudad del norte de Tailandia, existen infinidad de mercados. En el centro de la ciudad, durante el fin de semana, tenemos la oportunidad de vivir un verdadero espectáculo en el que el arte, los souvenirs y la comida local son los principales protagonistas. Ríos de gente transcurren entre callejones flanqueados por pequeñas tiendas donde se mezclan olores, gustos, colores e idiomas, en la ciudad del país más concurrida por los turistas, después de Bangkok.

Si Tailandia ha sido, hasta ahora, el país en el que me lo he pasado mejor fotografiando a desconocidos, Kirguistán ha supuesto un reto, no ausente de dificultad, en lo que se refiere a esta cuestión.

¿Por qué me resulta tan difícil fotografiar a personas en Kirguistán?

Nada más sacar la cámara de la bolsa percibo cómo atrae las miradas de la gente. Son miradas serias, y ahora, meses después de haber aterrizado en Bishkek, capital del país, recuerdo que en los primeros días me sentía como si llevara una pistola en la mano. Después de mis primeras tentativas y una serie de negativas, no me atrevía a pedir permiso a nadie para fotografiarlo.

Kirguistán es uno de los países que formaba parte de la antigua URSS, una época en que cualquiera podía ser sospechoso de espionaje. Supongo que la prudencia y el miedo siguen, en cierto modo, presentes en la sociedad kirguisa. Todavía hoy, un tipo con una cámara haciendo fotos por la calle suscita suspicacias.

En las ciudades como Bishkek, la gente es más reticente a que un desconocido les fotografíe. En cambio, en las poblaciones rurales la gente parece más participativa e incluso le gusta posar siguiendo las indicaciones del fotógrafo.

Esta reticencia probablemente, también, viene dada por el aumento del uso de teléfonos móviles con cámara y la facilidad de publicar imágenes en las redes sociales, prácticamente inmediata. La gente desconfía del uso que pueda hacerse de una imagen en la que aparezca su cara.

Tamaño de la cámara

Una cámara de proporciones contenidas ayuda a que la persona a fotografiar no se encuentre tan intimidada como con una cámara de dimensiones grandes y de aspecto, digamos, más profesional. Mi Olympus OM-D E-M5 Mark III con M.Zuiko 17mm f1.8 es una combinación con la que me encuentro cómodo, prácticamente, en cualquier situación. La pantalla articulada me permite no tener que utilizar el visor y ser más discreto cuando quiero fotografiar escenas en las que hay gente. Otra ventaja de este tipo de pantalla es la facilidad en encuadrar desde distintos ángulos y conseguir así un punto de vista diferente.

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